En la parte más al norte del Golfo de Morrosquillo está Rincón del Mar, un corregimiento con 12 barrios que se conjugan en uno sólo y donde la gente madruga a simplemente estar.
El cielo azul se dibuja en el horizonte. Hace meses no visitaba ese paisaje, pero lo mantenía nítido en mi recuerdo.
-Rincón del Mar es uno de los 21 corregimientos de San Onofre, Sucre. Un recorrido de media hora, en moto-taxi, une a Rincón del Mar con esta cabecera municipal en el que según el último censo, realizado en 2005, conviven 46.383 habitantes.-
El pueblo aún no estaba despierto del todo cuando llegué a su suelo a eso de las siete y media de la mañana. En moto, recorrí los 17 kilómetros que unen a Rincón con San Onofre. No me baje de la moto, pero pude observar, desde ella, el paisaje vasto de la inmensidad de la zona, los cultivos de fruta y los potreros con verdes y anaranjados pastos de los que el ganado se alimenta. También, vi el Cementerio, uno que no se parece a ninguno en cualquier otra parte.
En las partidas que llevan a Berrugas ó a Rincón del Mar, no tiene uno que esforzarse mucho para escoger a Rincón, el sólo nombre hace un llamado a seguir por su camino, a continuar por la vía. A encontrar el mar.
Lo encuentro, lo veo, lo huelo, lo escucho y sobretodo lo siento. Vuelvo a ver las casitas, vi algunos barrios con ranchos apeñuscados, que se reproducen obscenamente como bichos. Algunas de madera, otras de cemento, todas de colores. También veo mucha basura. Uno no sabe si hay más basureros que callejones sin salida. Vi el suelo sin pavimentar, hecho tierra que ataja los pies y en ocasiones impide el paso continúo. Vi algunos niños saliendo de sus casas y vi con agrado y burla los marranos negros y flacuchentos que asomaban por el camino.
A Rincón, llegué en bus desde Medellín. Luego de más de 12 horas de trayecto nocturno, en ese momento, sólo quería descansar. Crucé el puente de madera, que ya no estaba medio húmedo medio seco como la primera ve que fui, sino que en este momento estaba totalmente seco. Me contó alguien del pueblo, que hacía muchos meses no llovía allí, que se estaba secando el mar. Sí, lo dijo, ¡”qué se estaba secando el mar”!
Llegué a Los Colores de Suamy en el barrio La Punta, donde ella, mi prima, me recibió en una de las 5 cabañas que tiene para alquilar a los turistas. Allí descanse, pero antes, comí mango. Durante todo la semana el mango fue mi compañero de desayuno, almuerzo y comida. Entre las comidas principales también recuerdo haber comido esta fruta, pues estaba en cosecha abundante y eran más los que se perdían, podridos, caídos en la carretera o en el campo, que los que lográbamos comer en las ensaladas, jugos, mermeladas o simplemente solos, acompañados del agua salá con el que se mezclaba cuando los comíamos en la orilla mientras veíamos el atardecer.
Luego, hice el recorrido dominguero por este pueblo costero de nuestro país, tan cercano a los relatos que nos cuentan en las novelas y en los libros. Pueblos aislados que parecen haberse detenido en el tiempo, en la esquina, en el patio de cada casa, en el corazón de la gente, en la historia. Hago el recorrido acompañada de la champeta y el ron con el que los costeños acompañan el séptimo día, un picó a todo volumen y la sonrisa en el rostro.
La Boca, como se llama al principal punto de encuentro de Rincón, funciona como parque. Ahí confluyen los principales negocios del corregimiento, los domingos en la noche sus habitantes se divierten. Es el espacio más comercial del pueblo, donde se conjugan las tiendas con heladerías, el cruce a la entrada de varios barrios y el mar. Ahí, ese día, a esa hora, algo así como las tres y media de la tarde, todo era fiesta, todo era bulla, todo era vida en Rincón del Mar.
Caminé por sus alrededores y afuera de las casas, el panorama no era diferente al de La Boca, además del picó encendido a varias cuadras, en sus salas, también estaba encendido, con el máximo nivel de volumen, el equipo de sonido, unos con champetas de moda y otros, sorprendentemente, con la misma canción que sonaba en el picó, pero en otro tiempo.
Vi peluquerías improvisadas en las calles donde los negros le hacen cortes a otros negros mientras las negras y los hijos de éstas los ven, mientras extraños al pueblo, como yo, nos acercábamos y sorprendíamos al divisar los cortes y a tratar de asociar lo pintoresco de la escena, con todos los referentes literarios que llevaba para ese viaje.
Seguí caminando, devolviéndome hacía La Punta ó Rincón, donde está la cabaña de mi prima, al otro extremo de La Boca. Mientras caminaba por la orilla del mar, que a veces fue interrumpida por algún rompeolas de piedra, vi el atardecer y compartí con el universo la dicha de poder ver jugar a unos niños felices. Un contraluz perfecto, que hizo de las sombras de los pequeños, una imagen para no olvidar.
Una luz naranja se refleja en el mar desde el sol. El agua está brillante y se mueve entre la olas. Se ven los pescadores que vuelven al hogar luego de una larga jornada de trabajo, en sus botes, boquerones, calamares, truchas, camarones y otros peces de los que nunca supe su nombre.
También se ven retornar a sus casas las mujeres, morenas y altas con bandejas en sus cabezas; ellas muy temprano en la mañana habían salido de su casa para adentrarse al manglar y recoger la frutas de los árboles, sacar la leña para cocinar en los fogones y limpiar los suelos para permitir el paso que las conduzca a las entrañas del campo y de lo que él les ofrece para vivir: plátanos, yuca, ahuyama y papaya.
Desde la entrada a la cabaña en la que me estaba hospedando, veía a los niños jugando. Haciendo ruido. Los vi con sus camisas de colores, con sus pantalones cortos y a uno que otro, lo vi también desnudo. Me llamó la atención ese costal blanco con dos palos de escoba en cada uno de los extremos, que tenía uno de ellos, David, sobre su espalda, mientras otra niña, con una camisa blanca en sus manos, lo amaga y le gritaba “ole”.
Este es uno de sus juegos preferidos, es “el torito” y lo entendí luego de asociarlo con las corralejas que antes había visto sólo en televisión.
En Sincelejo, la capital del Departamento de Sucre, donde queda también Rincón, las corralejas son una fiesta tradicional que se realiza en el mes de enero. Consiste en soltar, por lo menos, 40 toros en una plaza de madera donde sin haber toreros profesionales, la multitud lidia de cualquier manera con los animales, para generar un espectáculo popular.
Supongo que los niños han visto esto, han escucho de sus padres historias o incluso algunos lo han visto en vivo, pues mientras jugaban, los correteos se parecían mucho a los que se contemplan en las corralejas tradicionales.
*****
Los niños que vi jugar a “El torito” , son los mismo que vi días antes en la Escuela San Francisco de Asís. Una casa de 4 habitaciones, que hacen de salón, y un baño, que está asentada en la calle principal de Rincón, esa que no está pavimentada y por la que todos los días hay que pasar para ir de La Punta a La Boca y volver.
La escuela, es el proyecto de vida de Luis Manuel Berrio, un nativo de Rincón que desde sus 20 años está trabajando por ofrecerle a los niños de Rincón del Mar un espacio en el que puedan aprender a leer, escribir y sumar. Un espacio, en el que puedan, sobretodo, reconocer lo que tienen y aprender a valorarlo para lograr así, vivir en un entorno mejor posible.
--Aprender a leer y escribir, esas son las materias más importantes, me dice Luis Manuel, el profe.
Una enramada, con banquillos de coco en la playa, sí, a la orilla del mar, fue el primer espacio que el profe diseñó, hace 20 años, para poder darle clase a algunos niños de Rincón, que eran rechazados de la escuela principal, por no tener el registro civil de nacimiento, el único papel capaz de demostrar qué estaban vivos, qué podían ejercer el derecho a estudiar, a aprender.
Él ha dedicado toda su vida a hacer feliz a los niños y luchar por el derecho que ellos tienen a aprender. Me habla de la historia de su escuela, de sus estudios no terminados y de la forma en la que se aferra a la historia de Juan Salvador Gaviota, la que recuerda y tiene siempre presente, para no olvidar que en su vida lo último que va a perder es la esperanza y las ganas de lograr, para los niños de Rincón del Mar, un futuro lleno de posibilidades. Una vida de múltiples opciones que los convierta en hombres y mujeres capaces de amar, ser responsables, respetuosos y de valorar la vida en su pueblo.
--Mis padres dijeron que estaba acabando mi vida, que por qué no buscaba otra manera de vivir, que por qué no terminaba de organizarme. Yo les decía que esto era lo que amaba, que este era mi sueño, era mi proyección, era mi proyecto de vida y lo iba a ejecutar, así no tuviera el apoyo de ellos, porque tenía el apoyo de la comunidad, de las personas que me colaboraban.
Y así lo hizo, así continuó con su sueño. Hoy tiene en su Escuela 78 niños que se dividen en 4 grupos: veinticuatro niños entre los tres y cinco años que adelantan Jardín. veintidós niños de seis y siete años que cursan primero. Estos, están en un mismo salón, mientras en el salón de al lado, están dieciocho niños de siete y ocho años que reciben clases por otro docente, José Julián, que también se encarga de diecisiete niños entre ocho y diez años que cursan el grado tercero.
Diez mil pesos, mensualmente, pagan los padres de los niños que asisten a la Escuela. Muchas veces, ese dinero no está en los bolsillos de las familias, pero Luis no puede, no es capaz de sacar a sus estudiantes, por la ausencia de estos pesos, pues el valor de la vida de un niño en la escuela, no se puede reducir a ningún precio.
Colaboradores de Medellín, Bogotá, Manizales y algunos nativos de Rincón mantienen viva la Escuela. Unos becan a dos o tres niños, pagando los cien mil pesos anuales. Otros colaboran a principio de año con el envió de útiles escolares y otros, los nativos, se preocupan, sobretodo, por mantener limpia, organizada y pintada la Escuela.
Mientras El profe me muestra cada salón de la Escuela, me dice:
-- Lo más lindo de esto, es el amor, el afecto y el cariño. Hay niños que realmente no sienten el calor de un padre o sienten el amor de una madre. Estamos pendientes de su desarrollo, de su crecimiento, queremos que ellos se den cuenta que hay mundo mejor que ellos pueden disfrutar mañana.
*****
Además de la Escuela del profe Luis, en Rincón de Mar, existe otro espacio desde el que se trabaja para que los niños del pueblo tengan mejores condiciones de vida.
Es la Biblioteca Mariamulata Lectora, que está ubicada a media cuadra de La Boca, por la calle principal de Rincón. A Mariamulata, llegué por Carmen. Aunque ella no nació en Rincón, un día llegó a sus tierras y decidió quedarse trabajando por la comunidad y lograr, como esperan muchos, trazar un cambio en las personas que habitan el pueblo.
Carmen Pacheco -Nació en Sabanagrande Magdalena, tiene 34 años, es Comunicadora social, se le ve alegre, siempre lleva una sonrisa en el rostro. Se reconoce en la independencia y la autonomía -
Recuerda una infancia feliz, en la calle donde estaba su casa, la misma calle, en la que estaba el hogar de sus abuelos, la calle en la que vivían sus amiguitos con los que jugaba a la afueras del barrio y con los que disfrutaba de los aguaceros.
Empezó una vida de “adulta”, así lo recuerda ella, desde los 12 años, cuando murió su madre y entonces, empezó a vivir la vida real, me dice.
Carmen me habla de las tertulias, hasta la madrugada, que tenía con sus amigos en Barranquilla. Los temas recurrentes, eran el cine, la publicidad, los medios de comunicación y las canciones. Ella hablaba con ellos, en general, de la vida. Lo hacía, mientras adelantaba sus estudios de comunicación social con énfasis en producción de medios en la Universidad del Norte. Ella adora a sus amigos.
--Mis amigos son lo más grande que tengo, afirma.
En 2004, luego de varias experiencias laborales y personales en diferentes ciudades del país, Carmen empezó a trabajar en Los Montes de María con una experiencia en comunicaciones que marcó definitivamente el rumbo de su vida, y le ayudó a entender la compleja realidad del conflicto que azotaba a esta zona del País durante la última década del siglo pasado y los primeros años de este.
Los Montes de María, es el conjunto de 15 municipios. Ocho, ubicados en el departamento de Sucre: Morroa, Los Palmitos, San Antonio de Palmito, Chalán, Ovejas, San Onofre, Colosó y Toluviejo y siete ubicados en el departamento de Bolívar: El Carmen de Bolívar, Zambrano, El Guamo, María La Baja, Córdoba Tetón, San Jacinto y San Juan Nepomuceno.
Carmen, visitó los 7 municipios de Sucre. Un día, durante su visita a San Onofre, decidió visitar Rincón del mar. Lo hizo de un día para otro. Recuerda que en la noche se tomó varias cervezas en La Boca, con su compañero de trabajo, al amanecer se bañó en el mar y luego continuó su camino hacía el trabajo en otros pueblos.
Algo quedó retumbando en su cabeza y corazón sobre Rincón, pues unos días después, le propuso a otra parte del equipo, visitar el pueblo. Durante esa visita, Carmen llegó a Balsillas, recomendada por conocidos que antes, ya habían visitado la zona, y allí, conoció a Martín Álvarez.
Martín le dio vida a el proyecto Biblioteca Mariamulata Lectora que surgió en 2001, cuando él, otros habitantes y padres de familia de niños de Rincón, se dieron cuenta de que no existía en el pueblo un espacio con libros, que no existía un lugar para hacer tareas, un lugar para la cultura, para el encuentro.
Entonces él, que es, además, administrador del condominio de Balsillas, donde trabaja gran parte de las personas de Rincón del Mar, visitó Medellín y se puso en la tarea de recoger libros entre sus amigos y conocidos. Cuando volvió, otro vecino cedió un pequeño lote donde se levanta la cabaña que hoy está llena de libros, máscaras, tambores y dibujos de los niños, jóvenes y adultos del pueblo que llegan a este lugar.
--Yo recuerdo ese momento, y le pongo musiquita, me cuenta Carmen.
Lo hace refiriéndose a el día, en el año 2005, que llegó por primera vez a la Biblioteca Mariamulata, guardándolo en su corazón para jamás olvidarlo.
Durante el tiempo en el que ha estado al frente de la Biblioteca, Carmen ha gestionado un sinnúmero de proyectos para la comunidad. Hoy, Mariamulata es más que una biblioteca, pues en sus instalaciones, ofrece un aula virtual para la enseñanza de las TIC, talleres con madres gestantes, talleres de arte para los niños y La Ruta Natural, sí, que se lee igual de atrás hacía adelante, y es uno de los proyectos más exitosos, en los que se promueve la utilización de elementos reciclables para ayudar con la preservación de La Tierra, acompañado de prácticas agroecológicas con las que se transmite la importancia de conocer, respetar, amar, proteger y preservar los recursos naturales del territorio.
Carmen ha dejado el corazón en cada proyecto y en cada persona del pueblo que ha participado en los procesos que ella lidera.
Se siente convencida de la riqueza que tienen las personas de Rincón del mar y confía, como el profe Luis Manuel, que construir un mejor mundo para los niños de la zona, es posible.
Ahora, ella busca nuevos horizontes, tiene claro que no seguirá por mucho tiempo en Rincón, aunque lo lleve siempre en su corazón y seguramente quiera volver en cualquier momento.
*****
La vida en Rincón ha estado marcada por el conflicto que azota al País. Durante la década de los noventa del siglo pasado y los primeros años de este, en Rincón mataban a los hombres, violaban a mujeres, convirtieron La Boca en el punto de desarrollo de fiestas paramilitares y en el epicentro de envíos de coca a otras parte del mundo. Todo, bajo la comandancia de Rodrigo Mercado Peluffo alias “Cadena”.
La herencia de este periodo negro en la historia de Rincón la viven hoy sus niños. Muchos de los procesos que Carmen y Luis adelantan se han visto obligados a parar por la falta de asistencia, interés o apoyo de los padres.
Sin embargo, el trabajo continua y la belleza de la zona sigue ahí para abonar a las acciones de estos lideres, el paisaje claro y fresco de un pueblo que se alimenta de amor y quiere recuperar la identidad que un día perdió en manos de ajenos, realizando, con los suyos, el aprovechamiento de los recursos naturales y culturales con los que cuenta y para decir como lo hacen los niños, que lo que más gusta de su pueblo, es el mar azul y la familia que aman.
En Rincón, se vive en este momento una batalla más de la lucha del hombre, esta vez, no por el poder o la muerte, sino por comprender quiénes son, por preservarlo. O sea, por la cultura.